lunes, 2 de noviembre de 2009

A mi hermano Federico

Podría suceder que en la vida las cosas hubiesen sido distintas.
¿Podría haber ocurrido tu ausencia? ¿Podría la vida en lo mínimo
haber sido como es sin tu presencia?
¿Podría ser que no conozca la maravilla de tu abrazo hermano
tu abrazo pariente
tu fresco abrazo de sauce?
¿Qué sabríamos los que oímos cada tanto tu voz
acerca del amor?
No me puedo imaginar el amor sin amarte. Hubiera sospechado
que algo le faltase al hecho
que ya estaba en el concepto.
Amar es en parte haberte visto crecer
como una gasa en el viento,
desenrollándote leve, austero, silencioso.
Estabas sin estar, sin ocupar el ruidoso espacio de los presentes.
Estás siempre, lo sé (y eso es en parte amar para mí)
al final de un hilo invisible del que me fío cuando hay viento.
Al final de ese hilo que me hace callar con la suavidad de un remanso,
estás siempre vos (y sos lo que busco, y tengo toda esa suerte!) enorme
pero holográfico, leve movimiento de manos del mate a mi lado.
Tu verbo entre tímido y certero me despoja del dolor
me alimenta infalible y exquisito.
Me hablás siempre de la verdad, parece que la conocieras
y es un rostro tierno y mojado... parece que no conocieras,
que no nos hubiéramos visto en el infierno.
Sin embargo sé
que estuviste allá, y volviste
remozadas las palabras, sano intacto y salvo el niño primordial.
Esa es la verdad que aprendo de vos, y eso es en parte el amor para mí. El amor
que libera, el amor siempre perfectible y siempre perfecto.

No me imagino haber vivido un día solo sin que fueras
mi hermano. Debo haberme sentado
en la certeza de que venías.
Y viniste, pícaro, todo nuevo. No le escuchaste a nadie nunca
lo que no quería decir (o sí). Y así tu corazón es un canasto de piedras brillantes
y talismanes.

Yo te dejo un talismán desde otro tiempo
donde no éramos nada
donde no seamos nada
para que por favor siempre
(hasta en las tumbas! y en los nacimientos...)
me hagas ese gesto de desensillar
y abrazarme en las pestañas y un estremecer de cejas.
Nada más.

Sé que dormiré, o sé que dormirás, algunas noches sin hermanos,
sin familia,
y en mi canasto de piedras, quiera el amor
siempre resuene el concepto quebrado del hecho incompleto
hasta ese gesto.
Nada más.

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